De
acuerdo con Semarnat, reforestar es “establecer
vegetación arbórea en terrenos con aptitud forestal. Consiste en plantar
árboles donde ya no existen o quedan pocos; así como su cuidado para que se
desarrollen adecuadamente.” Bajo esta premisa el gobierno federal ha lanzado
iniciativas como la caldenorista Proárbol o en este nuevo sexenio el programa Desarrollo Sustentable de Bosques. Sin embargo los expertos son escépticos. Por ejemplo, en el texto
La reproducción de las plantas:
semillas y meristemos de Carlos
Vázquez Yanes et.al. los autores son tajantes: “En las campañas de
reforestación, recuperación de suelos y control de la erosión se prefiere
utilizar sólo pocas especies de árboles”. Una práctica que de acuerdo con los
expertos es “tomar el camino fácil”. Y ponen el ejemplo de Brasil, en donde
“los principales árboles usados para reforestar y producir celulosa son
eucaliptos, pinos y araucarias, a pesar de que dicho país cuenta también con
una inmensa riqueza forestal nativa”.
Por lo visto, en nuestro país también se ha “tomado
el camino fácil”; al menos así lo ha venido diciendo Greenpeace. Durante el
sexenio pasado, la ONG fue muy crítica con el programa Proárbol y sus
resultados. Greenpeace denunció que al menos 15 millones de árboles plantados como parte del programa son especies
exóticas, lo que está prohibido por la Ley General de Vida Silvestre y la Ley
General de Desarrollo Forestal Sustentable. En una entrevista publicada en 2009
por El Universal, Greenpeace afirma que las especies exóticas utilizadas por
Proárbol afectan el ecosistema y no son factibles en las regiones áridas que
las autoridades eligieron para plantarlas. El programa reportó un 58% de éxito…
aunque para Greenpeace y otras ONG ambientalistas, no hay evidencia científica
de ello.
Es decir: no reforestamos de manera correcta.
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